16 octubre 2014

La Revelación


Una amarga brisa endulza mis ensueños:

De barlovento, con ira descargaba sus denuedos
por volver a rutas andar,
siguiendo suerte toda de consejos.
Y,
yaciendo perpleja
ante admirables festejos
de emigrantes ánades,
con congoja contemplé ese haz de inocencia,
etérea,
por sí sola,
como un alma desterrada por su propia conciencia.

Juzgada moraleja
de un destello que quebranta el silencio de luna regia,

imperial,

presidía el apogeo de una noche perlada
no sólo de estrellas, también de revoltosas hadas.
Y entre juego y juego me decían éstas: “¡Anda y únete a la fiesta!

¿Cuál fiesta? Yo pregunté.
Pero por mi insistencia, respuesta no hallé…
El verlas revolotear motivo fue de indulgencias,
revoloteo que resultó ser aquel haz de inocencia,
pues: ¿qué culpa tenían éstas?
Hallé yo, entonces, la respuesta:

Paciencia…


                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario