17 febrero 2016

El que vino





En este mi soliloquio
por enajenada me tendrá el Mundo,
mas no hago sino confesarme
y conversar, Señor, contigo.

¡Despierta, pues, despierta!
Que una razón es la que mendigo.
¡Despierta, pues, despierta!
Y mantén atentos tus oídos.

Que tanto aguardar tu Respuesta
me tiene el animus compungido.
No acierto, Señor, no acierto
ni cierto hallo sentido alguno,