17 febrero 2016

El que vino





En este mi soliloquio
por enajenada me tendrá el Mundo,
mas no hago sino confesarme
y conversar, Señor, contigo.

¡Despierta, pues, despierta!
Que una razón es la que mendigo.
¡Despierta, pues, despierta!
Y mantén atentos tus oídos.

Que tanto aguardar tu Respuesta
me tiene el animus compungido.
No acierto, Señor, no acierto
ni cierto hallo sentido alguno,


pues por qué Él, Señor, por qué Él
y no es cual Otro el que vino...

¡Despierta, pues, despierta!
Que una razón es la que ansío.
¡Despierta, pues, despierta!
Y avizor mantén tu ojito,
pues me hallo yo sin aliento alguno...
Que, sin querer, algo hay aquí adentrito.

En ese mi soliloquio
por enajenada me tiene el Mundo,
mas no hago sino confesarme
y conversar, Señor, contigo, 
no sea que yazga mi animus dormido...



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