29 septiembre 2015

Encrucijada




Un solo ente dos personas habitan 
y a un fratricidio ambas se precipitan: 
cual nueva, mi enjuto cuerpo se oculta; 
mi alma, en vehëmente tifón se inunda. 

Lo que la materia le niega a la una, 
ésta, vertiéndolo va en su totuma 
de achiote, a causa de abierta herida 
pues, en sombras, aquella la alquimiza. 

Y pueda ser, tal vez, que en joven carne 
coma, viva y muera ésa, un alma vieja 
cual impide que al menos una encarne 

al alba ave –que esta tiña despeja– 
y a ambas mitades junte en solo un guarne 
que ice del latente ingenio, la reja. 





05 septiembre 2015

Húmeda travesía








Dijo “un buen Sabio” un buen día
que volverán las oscuras golondrinas

Mas éstas si en bandada vuelven
será cual luminarias que alumbren la vida,
pues el mundo desova y desagua
todo un trasiego en marabunta
de incontables, infelices
e inconsolables historiando su huida,
como el agua arenas turgentes saliva:
Uno, sueña con hallar la salida;
cientos, idean novelas para dar la despedida;
miles… ¡Ay, miles! Interpretan, sin vuelta, su caída…
¿Y hasta cuando? Hasta siempre,
pues siempre ellos, hacia los confines van remando;
todos mezclados y bien pintiparados,
cual si fueran sólo un hombre acorazado.
¿Acorazado con qué? Acorazado, pues,
con su adarga de frágil entramado.

Dijo, pues, “un buen Sabio” un buen día:
volverán las oscuras golondrinas,
si bien sea una vez, ¡una sola vez!,
pa’ inundar sus corazones de mediodía…
 

02 septiembre 2015

El Pez enamorado




Mientras el cielo permanezca en blanco,
se quebrarán mis ‘espejos’ de tanto ‘llover’,
pues cuanto más quiero e intento odiarte,
más te quiero y poder quisiera querer
el ánima, imbuida por toda su desnudez;
que si Barrabás el pan del pobre robaba,

el pobre
y
mío corazón
hurtabas

cual carterista del amor que de ello se jacta
y en su plexo de esparavel me embrollaba,
convertida ya en pez.

Mientras el cielo permanezca en blanco,
turno ës de rumiar mi mayor condena
que es amarte como te amo, mas no me dejas;
tú no me dejas demostrarte antes que muera
y muero yo y mis mil seis noches en vela
esperando verte, mas tu umbría queda,
pues alzo la vista y tu penumbra aprieta
hasta –tumefacta– perder la entereza
por fiero laudo tuyo, el cual me golpea.

Tal es mi  única y lacónica esperanza:
 que ruede y reluzca la realidad
cual amanecer agónico
en su penúltimo
inspirar

…a… m… o… r…

por todas sus letras.