Corazón hirsuto que en ti late...
Desde el batiscafo que soy
Me sumerjo en tus aguas
De serenidad profunda
Cuyas coordenadas fijan mi radar,
Dejándome por ellas guiar
Hacia el latido de tu tierra,
Llanura abisal fecunda
Donde arrellanarme en tu marea.
Pocas parecen veinte mil leguas
Embebidas en tu alma conspicua
—A la cual me hice ya asidua—,
Si contigo siempre es hoy.
La brisa del levante
Envuelta viene en su prole de lisonjas,
Húmeda, a veces rota,
Entre resquebrajos de inquebrantable
Campo —en apariencia—,
Que hoy plañe por su boca hambrienta
Demandando chufa, dátiles o alcachofa.
Y, quizás o mejor... ¿arroz bomba?
De rapsodia a salmodia indeleble
Devienen sus Fallas ahora,
En busca de un pescante
Al que asirse y convertir en clavo ardiente
Aun rescatado del fango
Que puebla hasta el rincón más vago.
¿Con su incandescencia sinfónica volverán?
¿Esas sus llamas a peinar el cielo volverán?
Dijo un pastor a su oveja:
–El Universo que nos rodea
Suelta su tormentosa cometa
Trasteando en su buhardilla,
Resuelta a ‘el juego de la silla’
Entregarse, para luego ella
Lanzarse deprisa a por la suya:
La más lustrosa o vanguardista,
Aquella con la que dejar huella.
–¿Pero cómo se llama la niña?
–Creo que ya sabes la respuesta.