Pobre de ti, Estatua de Sal
Que, sin querer, ves la vida pasar.
Ves pasar hasta a una perdiz,
Nerviosa por que a sus polluelos
Les crece, en lugar de pico, una nariz.
Y de tan quieta que estás,
Cuida que no te salgan orzuelos,
No sea que, por ojos, luzcas su cicatriz
De tanto mirar al infinito,
Donde crees que perdiste tu libertad
Casi como monje capuchino.