13 mayo 2017

Un ataque inesperado




Al terminar sus respectivas jornadas, ambos, Noah y Arianna, emprendieron su camino de regreso a casa tras otro día de intensa actividad como era costumbre... A esa hora, en una tarde-noche otoñal con sabor a lluvia, el ‘San Vicente boulevard’ había quedado casi desierto, sin apenas ningún transeúnte de especial relevancia. Casi se podía asegurar que aquellos eran como dos exultantes vencedores de una batalla y, más que eso, una guerra que parecía no dar a su fin, una especie de Guerra de los 100 años traída al siglo presente, pues el cuándo iniciaron la brega era lo único que sí tenían seguro pese a dedicarse a ocupaciones que casi ningún punto tenían en común, salvo que sendas, de un modo u otro, trataban de solventar los problemas de otras personas. ¿Dónde quedaba, por tanto, la resolución de los suyos propios? De hecho, lo que verdaderamente motivaba su hartazgo iba en función, de una parte, de cuántos pacientes había que atender con sus respectivos casos bíblicos, lo cual conllevaba bien a tabular nuevas notas en el expediente de turno, apuntillando en el teclado del Mac (posado sobre el escritorio de roble de su diáfana consulta) la evolución favorable, estable o decadente del ‘neurinoma[1] del nervio facial’ de una tal señora Flint por lo que, a causa del mismo, ahora era ex-soprano a la que hubo de intervenir dados los resultados arrojados por una tomografía computerizada (TC) y una resonancia magnética (RM) o bien preparar una operación para sacar un coágulo cerebral a un tal señor Williamson, causado por hipertensión; y de otra parte, el analizar y resolver un expediente administrativo en relación al seguro médico del señor Philips, quien afirmaba que la prótesis de cadera que le pusieron la semana anterior era defectuosa porque, al parecer, se le había infectado la zona y terminó por interponer una querella contra el hospital alegando los hechos o, cuando no, era distribuir toneladas de documentos –vía correo electrónico y ordinario– a las instituciones más eminentes de la ciudad informando de la necesidad de mayor financiación para adquirir el nuevo medicamento contra la ‘Hepatitis E’ o el nuevo fármaco contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica... En definitiva, todo un aluvión de obligaciones que cumplir y que pesaban como quintales de arena anclados a sus tobillos, así como Hermes, en su lugar, tenía aquella misma carga informativa con la que lidiaba Arianna pero, en este caso, en forma de alas mil veces más livianas.

No obstante, desfilaban a buen ritmo por el bulevar, en cuya acera izquierda, a unos doscientos metros de la esquina con ‘Clifton Way’, se hallaba clavado en la acera un

06 mayo 2017

De mi pincel





«De mi pincel, ya no color,
mas palabra emana a granel,
que de tal modo se tiñe
cual pomposo y suave vergel
y, en tu rostro de camafeo,
la sonrisa ver florecer.

¡Cuán me place así halagarte
para mi alma no dejar caer
en horrísono menester,
que no es más que la nostalgia
de contigo no amanecer!»

Sé que discordante suena
a mi juicio, también cruel
pues eso él me decía
para, al final, dejar de ser.

Sin embargo, en la paleta
que por corazón ya tengo,
la color fue sin esfuerzo,
quedando apenas hendida:
mitad blanco y lo otro negro,
enemistados tal punto
que ni entonan el acero.

Más a tono con el «por qué»,
comparsa hacen con rigidez,
pues, entrambos, al Verbo
le dio al final por fenecer.
Descanse in pacem «el verbo»,
pincel y paleta con placebo,
pues lo muerto así se queda
y, enterrado está de una vez.





21 abril 2017

Plenitud






Las Aves  que gozan de y viven en libertad
sí que saben apreciar la Vida en su totalidad,
dilatando o acortando el vuelo del tiempo
que sobre las nubes hacen rodar.
Mas el Hombre, ¡ay, el Hombre!,
que -ignorante- "todo lo sabe" e intenta  controlar...
A Ésta tiene, pierde y desperdicia 
en los problemas que se propicia
y, en los más casos, sin tener vuelta atrás.



09 diciembre 2016

A un tiempo no tan lejano




¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.

Y tan frías…

Lo eran tanto, que hasta
el más recóndito de los valles
despabila de hibernados trances,
que cual fina e indefensa escarcha,
derritiéndose andan
por futuros tiempos de bonanza.

¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.

Y tan frías…

Tanto, que las pequeñas mariquitas

del caparazón sus negras pepitas
-para ellas, de oro-
escondiditas las hallan,
no sea que otro venga,
el escondite tenga
y malvenda el sufrido tesoro,
quedando las del mal fario,
de esa aurora, hechas su rosario.

¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.

Y tan frías…

Ni defender pudieron la heredad
de sus ancestros patriarcas,
los que con mucho amor,
ahínco y esperanza
acuñaron en pos de la medra
de su nueva y prometedora saga…

¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…


  


15 julio 2016

Romance Imposible





 

Bajo ese manto estrellado de Julio, los verdes árboles –ya oscuros– 
a la clara timidez de la Luna culto rinden, ríen y aplauden. 
Sólo es la música que tañe el viento Abrego la que, con sus bemoles, 
a la gran Diosa de la noche honra cuando el Astro Rey duerme 
y al tiempo sueña con sus mil amores. 


Justa (en) mente, sus sueños custodia y guarda, vigila y mira, 
cual centinela con profundos ojos negros, siempre alerta, 
por si un rayo fugitivo de su amo se libera y contra él, 
quedar convertido en mortal centella. 


Así, la ‘Gran Amante’, manda sus lágrimas en lluvia de estrellas 
para en los albores de la mañana, éstas sanen de su ‘Novio’ las llagas. 
«¡Eternamente juntos, mi ‘Blanca’…!», tierna y tristemente el Sol exclama. 
Pues la paradoja es que mientras en el mismo, señorea Ella de la noche la sombra, 
es Él el que gobierna y rige la luz del día… 


Por eso, antes de dar las buenas noches y saludar al nuevo día, 
le piden a Dios que ojalá pudieran verse las caras… 



26 abril 2016

El Gondolero de media noche





Estaba uno, a media noche
en turgente y convulso mar
de tibias sábanas blancas
tratando, pues, de no ahogarse.

A aquel llegó con derroche, 
con un esfuerzo ampuloso
yaciendo ahíto y presa
de un ensalmo entre clamores.

Tímido e invisible brazo
el que envía sus caricias
-díscolas, pero sumisas-
a su bravo y lácteo torso.

07 marzo 2016

Degradación





Para que un olvido en la memoria
no hunda esta historia por traspié,
tanto da la clase o tipo,
si es pergamino o el cuché es.
Me encomiendo a escribirla
y, si acaso, otro aún poderla leer.

Como escritora no me veo,
ni tan si quiera una nobël.
Ni a la fama yo aspiro
ni al honor del estrés.
Es que en mi mente no admito
que este Mundo esté al revés:
mientras pocos hacen de sí un mito, 
otros tantos ven un mito el comer.

Quiera Dios, pa’ el final rubricar,
que una larga vida me dé...
Cuestión crucial me persigue
y urge ésta resolver:
¿A qué el Campo Santo en la urbe
si el vasto Mar ya abre su boca
para serlo él también?
La aguda y cruda respuesta
es que “qué le vamos a hacer...”