«De
mi pincel, ya no color,
mas
palabra emana a granel,
que
de tal modo se tiñe
cual
pomposo y suave vergel
y,
en tu rostro de camafeo,
la
sonrisa ver florecer.
¡Cuán me place así halagarte
para
mi alma no dejar caer
en
horrísono menester,
que
no es más que la nostalgia
de
contigo no amanecer!»
Sé
que discordante suena
–a mi juicio, también cruel –
pues
eso él me decía
para,
al final, dejar de ser.
Sin
embargo, en la paleta
que
por corazón ya tengo,
la
color fue sin esfuerzo,
quedando
apenas hendida:
mitad
blanco y lo otro negro,
enemistados
tal punto
que
ni entonan el acero.
Más
a tono con el «por qué»,
comparsa
hacen con rigidez,
pues,
entrambos, al Verbo
le
dio al final por fenecer.
Descanse
in pacem «el
verbo»,
pincel
y paleta con placebo,
pues
lo muerto así se queda
y, enterrado está de una vez.
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