Cuán
generosas son las olas del mar,
que
sus suspiros, borran las huellas
nostálgicas
del más allá, so las orillas,
que
parsimoniosas, se desgranarán.
Del
más acá, de vaporoso etéreo
una
mujer, la mirada de plata radiante
tenía
clavada en el tul
del
aciago horizonte azul:
aguardaba
estoica a su intrépido amante,
que osó tentar como a un morlaco, un torero,
al
vasto e incierto océano bramante.
Quiera
y ojalá se lo traiga Dios entero,
dotro
modo, sin retorno a,
le
irá a encontrar en el dichoso Cielo.
Así
esas olas de marcar se encargarán
la
unión de los dos galantes:
la
del más acá y el del más allá…
Del
velero que surcando va la mar
y
la atalaya que eternamente le esperará,
pues
silente, sabe que sibilante volverá…
No hay comentarios:
Publicar un comentario