Estaba uno, a media noche
en turgente y convulso mar
de tibias sábanas blancas
tratando, pues, de no ahogarse.
A aquel llegó con derroche,
con un esfuerzo ampuloso
yaciendo ahíto y presa
de un ensalmo entre clamores.
Tímido e invisible brazo
el que envía sus caricias
-díscolas, pero sumisas-
a su bravo y lácteo torso.
Como náufrago, ahí helo
flotando so blancas aguas
tan untuosas como espesas,
cual si estuviera en el Cielo.
Éste, en breve, bajó a tierra
a ser guía en los canales
de ese hombre en bacanales,
cuya embriaguez a él se aferra.
Será su magia traviesa;
será el riachuelo en su vaivén;
serán sus puentes un placer;
o le puede su belleza…
yaciendo ahíto y presa
de un ensalmo entre clamores.
Tímido e invisible brazo
el que envía sus caricias
-díscolas, pero sumisas-
a su bravo y lácteo torso.
Como náufrago, ahí helo
flotando so blancas aguas
tan untuosas como espesas,
cual si estuviera en el Cielo.
Éste, en breve, bajó a tierra
a ser guía en los canales
de ese hombre en bacanales,
cuya embriaguez a él se aferra.
Será su magia traviesa;
será el riachuelo en su vaivén;
serán sus puentes un placer;
o le puede su belleza…
O, esto es, que prendóse él de una dama llamada “Venecia”.
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