16 octubre 2014

El Fruto Prohibido








Como el aleteo de un colibrí
palpita un corazón
que, otrora, hallose prendado de ti.
Juguetón fue y con razón,
pues aún su alma pueril
perseguía una obsesión,
y de forma muy sutil:
una casquivana libación.

Pero de súbito me conmoví
al conocer la admiración
que por aquel sentí
al verlo lastimado por tal tribulación,
una que mostró su perfil
de tremenda destrucción.
Mas supo él, al fin,
resistir a tan intensa situación,
la cual, le impedía vivir.

¡Vuela alto amigo tan gentil!
Así encuentres salvación
en tu ir y venir.
Mientras, voy y vengo así mismo,
mas de un solitario jardín
perdido hoy en la memoria
de una “anciana” ya senil.




Sueños



Yendo entre hormigones laberínticos
colmados todos estos de cánticos
solemnes unos, alegres otros no más
que un rimbombante entremés patético
simulando cual melindroso y escéptico
ilusiones de plástico hechas,
no vaya a ser que nos den sorpresas
mal dadas, además de indefensas.

Eso decía una voz por ofensas
causadas al lidiar una afrenta
con un amargo sabor a menta.

Veterana ella en luchas violentas
que, por amor, cayeron a saetas.
Ardiente, también doliente flecha
clavada va en semejante brecha,
hendida ésta en su sombra siniestra,
pues sólo en un momento se muestra.

Ande, madre, y fríame a pellizcos
así me despierte ya de un brinco
y empiece de nuevo -lo suplico-
otra vida llena de añicos…





Una Cárcel en Vida



Sociedad de inicua conciencia,
que deambula por el mundo
de la falsa apariencia,
la extenuación del “segundo”
ignora adrede dictándole sentencia.

¿Es veraz esa realidad, cual sueño se muestra?
Así mismo andaba Segismundo,
cuestionándose la ausencia
del más común de los sentidos,
obligándole a padecer mil y una indecencias.

Semejante es el horror tremebundo
a que se halla expuesto el vagabundo,
al que no queda más riqueza
que aguardar con valentía y prudencia
el pasaje a terreno más fecundo…




La Revelación


Una amarga brisa endulza mis ensueños:

De barlovento, con ira descargaba sus denuedos
por volver a rutas andar,
siguiendo suerte toda de consejos.
Y,
yaciendo perpleja
ante admirables festejos
de emigrantes ánades,
con congoja contemplé ese haz de inocencia,
etérea,
por sí sola,
como un alma desterrada por su propia conciencia.

Juzgada moraleja
de un destello que quebranta el silencio de luna regia,

imperial,

presidía el apogeo de una noche perlada
no sólo de estrellas, también de revoltosas hadas.
Y entre juego y juego me decían éstas: “¡Anda y únete a la fiesta!

¿Cuál fiesta? Yo pregunté.
Pero por mi insistencia, respuesta no hallé…
El verlas revolotear motivo fue de indulgencias,
revoloteo que resultó ser aquel haz de inocencia,
pues: ¿qué culpa tenían éstas?
Hallé yo, entonces, la respuesta:

Paciencia…


                     

Tiempo


Pasado, presente, futuro…
tres ítems en el Tiempo;
lo mundano –muy latente–
deviene en lo silvestre,
pues de nada sirve ya algún lamento
tras haber sepultado lo inerte.

Un vaivén de desdenes,
¡qué tormento!
Inerte el tiempo presente
que, indolente,
es salvo del llamamiento
del lado colmado de exangües portentos.

Mas, tiene tiempo el devenir pendiente
de deseos ocultos ardiente,
para historias desvelarnos,
historias que van, otras que vienen
y por nada se detienen.

¡Quién pudiera contarme un cuento,
aquel en que no exista el Tiempo!
Así, infantes seríamos siempre;
y, más aún,
con espíritu inocente…

¿La Verdad?



 


Destino real en perpetuo conflicto
y enmascara  lo onírico toda realidad.
Lucha feroz  el compromiso
que apalabran, forzosos, ambos:
Falsedad y Realidad.
Realidad que “pertenece” al rico,
toda ella, sólo ella  hiperreal.
Realidad que “predica” el paisano,
una mímesis toda de todo lo banal.
Realidad que so “pesa” el condenado,
una antimímesis de todo lo carnal.
Todo, junto todo,
lo que pertenece, se predica y pesa,
todo, todo junto,
sentenciado a comportar y compartir
ese Todo al que llama el Rico, Paisano y Condenado:
Realidad….

Pero, ¿es todo real lo que llaman como tal?
No es sino toda una invención criminal,
perpetrada cual delirio mundial,
delirio que pertenece, predica y pesa toda
sobre la humanidad.
Y ¿qué podemos, al  fin, ponderar?
Una sencilla equivalencia es la respuesta:
Que toda Falsedad es Verdad.