«Los días se quedan cortos.
Las noches se eternizan, en contra,
Al evocar la mente su recuerdo,
El cual, como quemarme los dedos
En el fragor de su pecho se me hace,
A no ser que la Vida se apiade
Y acabe dándonos un vuelco,
Transforme movedizas arenas
En sólida ceniza
De la que ese amor resurja,
Desatadas sus cadenas
Que, a fuego, subyugan.
¡Hágase el rearme del deseo
Que en nada difiere del desarme
De los cuerpos
En pos de su incunable camafeo!»
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