Me viene ese recuerdo recurrente
de aquel amor en Roma desnudado,
que con vapor del mercurio indomable,
al ardor de intensa llama fue alzado.
El fulgor de tu perlada y áurea frente
mis labios vieron hasta ser saciados,
no escatimando en el placer siguiente
para así en tu lecho yacer hastiados.
Memoria que en mi piel quedó bordada,
gimiendo a una todo rincón de mi alma
que no cesara hasta avistar el alba:
Nuestra alianza, tal cual, fue consumada.

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