Al terminar sus
respectivas jornadas, ambos, Noah y Arianna, emprendieron su camino de regreso
a casa tras otro día de intensa actividad como era costumbre... A esa hora, en
una tarde-noche otoñal con sabor a lluvia, el ‘San Vicente boulevard’ había
quedado casi desierto, sin apenas ningún transeúnte de especial relevancia.
Casi se podía asegurar que aquellos eran como dos exultantes vencedores de una
batalla y, más que eso, una guerra que parecía no dar a su fin, una especie de
Guerra de los 100 años traída al siglo presente, pues el cuándo iniciaron la
brega era lo único que sí tenían seguro pese a dedicarse a ocupaciones que casi
ningún punto tenían en común, salvo que sendas, de un modo u otro, trataban de
solventar los problemas de otras personas. ¿Dónde quedaba, por tanto, la
resolución de los suyos propios? De hecho, lo que verdaderamente motivaba su
hartazgo iba en función, de una parte, de cuántos pacientes había que atender
con sus respectivos casos bíblicos, lo cual conllevaba bien a tabular nuevas
notas en el expediente de turno, apuntillando en el teclado del Mac (posado
sobre el escritorio de roble de su diáfana consulta) la evolución favorable,
estable o decadente del ‘neurinoma[1] del
nervio facial’ de una tal señora Flint por lo que, a causa del mismo, ahora era
ex-soprano a la que hubo de intervenir dados los resultados arrojados por una
tomografía computerizada (TC) y una resonancia magnética (RM) o bien preparar
una operación para sacar un coágulo cerebral a un tal señor Williamson, causado
por hipertensión; y de otra parte, el analizar y resolver un expediente
administrativo en relación al seguro médico del señor Philips, quien afirmaba
que la prótesis de cadera que le pusieron la semana anterior era defectuosa porque,
al parecer, se le había infectado la zona y terminó por interponer una querella
contra el hospital alegando los hechos o, cuando no, era distribuir toneladas
de documentos –vía correo electrónico y ordinario– a las instituciones más
eminentes de la ciudad informando de la necesidad de mayor financiación para
adquirir el nuevo medicamento contra la ‘Hepatitis E’ o el nuevo fármaco contra
la Esclerosis Lateral Amiotrófica... En definitiva, todo un aluvión de
obligaciones que cumplir y que pesaban como quintales de arena anclados a sus
tobillos, así como Hermes, en su lugar, tenía aquella misma carga informativa
con la que lidiaba Arianna pero, en este caso, en forma de alas mil veces más
livianas.
No obstante, desfilaban
a buen ritmo por el bulevar, en cuya acera izquierda, a unos doscientos metros
de la esquina con ‘Clifton Way’, se hallaba clavado en la acera un