¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…
Lo eran tanto, que hasta
el más recóndito de los valles
despabila de hibernados trances,
que cual fina e indefensa escarcha,
derritiéndose andan
por futuros tiempos de bonanza.
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…
Tanto, que las pequeñas mariquitas
del caparazón sus negras pepitas
-para ellas, de oro-
escondiditas las hallan,
no sea que otro venga,
Y tan frías…
Lo eran tanto, que hasta
el más recóndito de los valles
despabila de hibernados trances,
que cual fina e indefensa escarcha,
derritiéndose andan
por futuros tiempos de bonanza.
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…
Tanto, que las pequeñas mariquitas
del caparazón sus negras pepitas
-para ellas, de oro-
escondiditas las hallan,
no sea que otro venga,
el escondite tenga
y malvenda el sufrido tesoro,
quedando las del mal fario,
de esa aurora, hechas su rosario.
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…
Ni defender pudieron la heredad
de sus ancestros patriarcas,
los que con mucho amor,
ahínco y esperanza
acuñaron en pos de la medra
de su nueva y prometedora saga…
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
quedando las del mal fario,
de esa aurora, hechas su rosario.
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…
Ni defender pudieron la heredad
de sus ancestros patriarcas,
los que con mucho amor,
ahínco y esperanza
acuñaron en pos de la medra
de su nueva y prometedora saga…
¡Oh! Dulces pueblos blancos,
donde al alba, la aurora canta,
esperando mejores días
en que una mano nevada
de sus copos haga
otras tantas lágrimas frías.
Y tan frías…