Pobre de ti, Estatua de Sal
Que, sin querer, ves la vida pasar.
Ves pasar hasta a una perdiz,
Nerviosa por que a sus polluelos
Les crece, en lugar de pico, una nariz.
Y de tan quieta que estás,
Cuida que no te salgan orzuelos,
No sea que, por ojos, luzcas su cicatriz
De tanto mirar al infinito,
Donde crees que perdiste tu libertad
Casi como monje capuchino.
Bellísimo
ResponderEliminarDisculpa mi tardanza, Sandra. Como en la radio donde colaboro: buenos días, buenas tardes, buenas noches. Fernando, nuestro dire, es magnífico para esto.
EliminarPues darte las gracias por tu apreciación. El poema brotó así, de la nada, sin previo aviso, sin pedir cita. Simplemente dejo fluir los versos y los plasmo en crudo, sin filtros, libres como el viento que los empujó hacia mí.
Gracias de nuevo y me encanta que te encante esta «Estatua de sal». 😉🌹👌