Son los primeros destellos del Helios
los que secan las gotas solitarias,
impregnadas en rojizos cabellos
de una enigmática fonda olvidada.
Una arteria díscola, mas límpida
frente a sí, transfórmase así en suero
de antaña savia siglos atrás ida,
que anda perdida viéndose al espejo.
Beldad de todas, alabada es dellos,
sus surcados brazos casi la abrigan;
cubrir quisieran de besos su cuerpo
mas, inermes ellos, no se fustigan
por librar su cetrina piel del cerco,
que con aplomo, tiende la ‘no vida’…
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