08 enero 2015

Gracias al Cielo



Le dio las gracias al Cielo
porque en su rostro escondió el llanto
agrio, cual agua de pomelo
exprimido recién el santo
a un valeroso torero.

Ante el peligro, no sé cuanto,
estuvo y contuvo el aliento
como estoica torre de amianto,
estragos labrando en derredor
una tormenta arreciando.

Como un hombre en desconcierto,
huérfano y desamparado,
la única muestra de afecto
en un cachete la ha hallado.
Reo éste y sin saber su yerro,

arriba a veces y otra abajo
su desahuciada alma es del cuerpo,
yendo a la par sus dos extraños,
cayendo aquel cual peso muerto
por la espada de un “cosaco”.

Triste final para el talento
que de por sí rezumaba su hado,
pues sin piedad se llevó el viento
su recuerdo, su acorazado
y su juicio en un solo tiempo.

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