Cuando
en Enero estalla 
 el cielo en
cántico incesante, 
 es la ilusión
de madurez de noble
 conciencia de
un caballero
 ilustre. Mas cuando
la Soledad 
 se vuelve su infame
compañero 
 ni un solo instante
habrá más de equidad.
 Y es que es
simple y tanto que parte el alma 
 ese enorme
colofón devenido en arte,
 que tirria
arroja su harén de amantes
 no por ser
grácil ni lisonjero.
 Futuro, fruto
y vida amarra
 a equilibrio,
a duras penas, incierto
 o si cabe al
menos, excitante
 por suerte en
brazos amparado de la ambigüedad.
 ¿Le seduce
entonces la iniquidad,
 que a todas niega
y al tiempo reclama?
 De un hombre
será el deseo, 
 que de aquí a
allá vaga averiguando su “reflejo”.

 
 
 
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