12 junio 2022
La Red del Amor
22 mayo 2022
Dulce abrazo
02 mayo 2022
Contigo
'Contigo' significa descolgar estrellas... Y en la línea de un verso hacer que sientan como yo siento el amarre de la venda con que prendiste mis muñecas, mientras éramos uno bajo la luna nueva: nuevo amor... sellado... venga quien venga...
23 abril 2022
Corazón cautivado
Lo que siento por ti desde que de nuevo nací al tenerte por vez primera frente a mí y luego a mi lado, me obliga a ser tupida e inerme niebla para enrocarme en tu boca de almidonados labios, sin hacerte daño, pues prisión ya es de este corazón por ti cautivado.
16 abril 2022
Letras de sangre
09 abril 2022
La marea del tiempo
22 marzo 2022
Dime, Luna...
Otoño
18 marzo 2022
Ciento ochenta grados
.................
Esa noche, estaba hecha un basilisco. No podía creer que mi novio de toda la vida ¡estuviera con otra al mismo tiempo que salía conmigo! ¡¿Por cinco años?! ¿En serio? Ahora entiendo que saltara el contestador cada vez que llamaba al fijo; al móvil, otro tanto... ¡Estaba con esa zo...! Y no quiero seguir porque...
Indiferente al bochorno que despertaba en los ojipláticos viandantes, abrí bruscamente la puerta de mi coche y me puse a conducir como si estuviera en la fórmula uno. Al rato, oí una sirena proveniente ¿del maletero? Qué va, no iba colocada ni mucho menos, bueno sí, pero de rabia y odio profundos hacia el que desde ese momento ya era mi ex.
Una patrulla de policía:
—¡Documentación! –me espetó el agente.
Muy mono, por cierto pero no tenía la noche para juergas. Accedí a regañadientes.
—Señorita, tendrá usted que acompañarme.
—¿De qué se me acusa? Que sepa que aún no he matado a nadie...
«Bueno, al cab... de mi ex podría, pero ¿merecería la pena?»
—No se lo quiero repetir de nuevo. Haga el favor de acompañarme a comisaría. Lleva su permiso caducado desde hace dos meses. Podemos solucionar esto de forma pacífica.
—Ok, ok, sin problema...
No acabó de filiarme.
Ni corta ni perezosa, me monté a la desesperada en mi auto; al acelerador no le di tregua. Me salté dos semáforos, casi me llevaba unos cuantos empellones. La poli a la zaga. A la tercera fue la vencida: un utilitario me destrozó uno de los faros delanteros. De rebote, derrapé y, de pronto, un golpe seco.
—Madre mía, ¿está usted bien?
Mi vida daba un vuelco de ciento ochenta grados por un flechazo...
25 febrero 2022
Azarosa mariposa
24 febrero 2022
Tu musa
20 febrero 2022
¿De verdad que hice eso?
—¿Me podrías explicar de qué va todo esto? Porque no sé de qué me hablas, Tina.
—¿Te estás quedando conmigo? ¿No te acuerdas de esa noche y del espectáculo que montaste, Nadia?
—¿Yo? ¿Espectáculo? Creo que te confundes de persona. ¿Tan barriobajera te parezco? Pues siento desilusionarte, pero desde luego que no pertenezco a ese club tan selecto.
—¿Es cosa mía o de un tiempo a esta parte te has vuelto una cínica de libro? ¡Vamos, Nadia! Todo el mundo sigue recordando el bochorno que nos hiciste pasar. Fue lamentable por tu parte; totalmente en contra de la imagen tan formal y correcta que transmites en la oficina…
—Para el carro, Tina. ¡¿Ahora te las das de moralista…?!
—Pues deja que te refresque un poco la memoria, que evidentemente padece amnesia selectiva. Sí, Nadia, y no me pongas cara de estar escuchando una conferencia en chino mandarín.
—Tampoco me tomes por imbécil. No seas oportunista…
—¿Recuerdas la pasada cena de empresa? Estábamos todos salvo tú; nuestro jefe, de los nervios. Llegaste la última. Te presentaste en el restaurante como si fueras una estrella del Rock, engalanada con un más que sugerente abrigo de visión y con gafas de sol aun siendo de noche. Pero no fue tanto el abrigo el centro de atención, sino lo que había debajo: te lo desabrochaste y comprobamos con pudor cómo de bien contrastaban tus tacones de aguja negros con tu desnudez. Si era esa tu forma de declararte, lo llevas claro.
—¿Cómo? ¿En la cena? ¿De verdad que hice eso?
Terminado el descanso…
—Nadia, te estaba buscando. ¿Podrías venir a mi despacho?
Ya dentro:
—Usted dirá.
—¿Qué tal si quedamos esta noche? Y, por favor, ponte un calzado menos sofisticado, no vayas a abrirte la crisma otra vez.
27 diciembre 2021
Misión: deseo cumplido
Doris Galván, de profesión divorciada —no una ni dos veces, sino que iba por la sexta–, parecía estar afiliada a bailar con el más feo. Se hallaba en el ocaso de los cuarenta, sin hijos y sin canas en su aún voluptuosa cabellera castaña. Era viernes noche. Por poner, se había puesto cómoda aparte de una película; sus favoritas eran las del Agente 007.
«Ya no es mi Pierce Brosnam, pero su sustituto tiene su aquel y tampoco es que me amargue jugar el todo por el todo en cierto Casino», se dijo mientras sacaba las palomitas del micro.
Acabó cogiendo el envoltorio por el borde superior para no abrasarse las yemas cuando oyó una especie de cortocircuito que hizo parpadear las luces. Aún en mitad del pasillo, la penumbra lo conquistó todo.
De pronto, una voz seductora quebró la umbría:
—¿Pero dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí, si hace nada que me querían coser a metralla...?
—¿Craig, Daniel Craig? ¡¿De verdad eres tú, perdón, es usted?!
—Mmm, depende de quién lo busque...
Girándose y viendo lo que tenía delante, rebajó su tono un tanto hostil:
—Bueno, más bien soy el Agente 007. Puedes llamarme Bond, James Bond –dijo extendiendo la mano.
—Ya, si ya lo veo, ya...
«Si es que estás mejor en persona; ¿deseo cumplido?», le tembló el pensamiento.
La Galván se relamió por dentro, a pesar de su asombro.
—¿Y con quién tengo el gusto?
—Galván, Doris Galván. Y la verdad es que tengo otra misión asignada para usted...
—Por favor, tutéame.
Acercó el suave y perfumado dorso a sus carnosos labios.
Lo cierto es que no hicieron falta las luces.
Prenda de seda y esmoquin besaban ya el parqué...
11 diciembre 2021
Un adiós disfrazado de volveré
Cuando te vi por primera vez en aquel parque, supe de inmediato que mi corazón, si latía, era por tu mirada gris diamante. Como también supe que justo allí me verías partir.
Recuerdo aún tu gesto divertido al tiempo que dividido pues, por un lado, entendías que era mi deber incorporarme a filas para luchar por la paz, más bien por ti pero, por otro, me dijiste que a partir de mi marcha vivirías al cincuenta por ciento y bajo la convicción de que siempre mantendrías vivo el recuerdo de lo nuestro y harías todo lo posible por seguir ayudando al prójimo cuando lo necesitara, como viste que hacía yo cuando nos conocimos y ahí nuestro amor fraguó.
Solté una carcajada teñida de congoja, dado que era consciente de lo que me dejaba atrás por una guerra a la que apenas encontraba sentido.
Sin embargo, en mi mente latía la frase inequívoca residente en la boca de cualquier soldado: «Todo por la Patria». ¿Pero la Patria lo daba todo por mí?
Fue entonces cuando se te ocurrió una idea. Me tomaste de la mano, reímos, saltamos, corrimos como dos críos hasta decir basta. En ese momento de hastío te susurré al oído que quería tenerte ahí adentro aunque fuera por escasos minutos; una, dos veces, las que hicieran falta.
Antes, pusiste en bucle esa canción en el Spotify para que mientras lo hiciéramos sonara, entre otros, un inolvidable verso: «[…] Nada por lo cual matar o morir». Pero también recuerdo que te dije: No te equivoques, Oscar; morir moriría y muero por tí.
Me despedí lenta y tiernamente con un adiós disfrazado de volveré y lo mejor de todo es que tú lo sabías, porque me iba al frente cargada con la munición de tu amor.
Ya van cuarenta meses desde aquel 5 de mayo de 2008.
25 octubre 2021
Sentirte quiero
#Reto4palabras
30 junio 2021
#EstrellasDeTinta - Reto junio 2021
Este relato y microrrelato se engloban en el reto de escritura creativa #EstrellasDeTinta creado por Katty COOL. Las normas son estas para poder participar y así entender la dinámica.
AVISO: Hay contenido sensible (TW) solo en el relato
Indicios
Relato:
—Teníamos
todas las esperanzas de encontrarlas junto a la embarcación. Sin embargo, hemos
podido rescatar sus efectos personales: una mochila negra que presumiblemente pertenezca
a una de las desaparecidas y un cuaderno en blanco salvo por la primera página.
Usted fue la última persona que las vio con vida, lo que no implica que tengamos
que lamentar pérdidas humanas puesto que no se han hallado indicios de violencia
o restos de sangre… Dígame entonces ¿cómo diría que era la relación entre las susodichas?
—Mire señor
agente… no sé qué es lo que está insinuando pero ya le digo de primera mano que
son un encanto de criaturas. Es más, si así lo desea, le puedo dar el nombre del
restaurante en el que me invitaron a comer…
—Entiendo,
doña… ¿Sofía me dijo que se llamaba?
—Ese es
mi nombre. Le doy mi DNI y lo comprueba.
—Me fío
de su palabra, no es necesario. Pero retomando la investigación…
—Se estaban
conociendo. De hecho, una era natural de Málaga, Ángeles se llama pero el apellido
es italiano… ¿cómo era? ¡Ah, sí, Pausini, como la cantante! Le venía de su abuelo
que se afincó en tierra andaluza. Nos lo contó mientras comíamos en el Café
Tucán, que fuimos en un coche alquilado por ambas.
—Sí… a
unos diecisiete kilómetros de aquí. Lo conozco. Alguna que otra vez he llevado
a mi mujer a cenar allí. Hablaremos con el dueño del local para continuar con nuestras
pesquisas y contrastar versiones. Y cuénteme, me dijo que se hospedaban en aquella
casa rural que está al final del camino. ¿Conoce por algún casual por cuánto tiempo?
—Durante
la comida, María dijo que había contratado un tour de una semana para visitar Rumoroso
y así Ángeles podría tener la oportunidad de conocer la localidad mientras pasaban ese tiempo juntas. Y hablaron de que terminarían la experiencia con una ruta en barca
por el Pozo… Cuando salimos del Café, nos dimos los teléfonos. Y yo llamé y llamé
pero o estaba apagado uno o saltaba el contestador en el otro. No sabía qué
hacer.
—Ya. Por
tanto diría que su relación era más que cordial… ¿La tal María era de por aquí?
—Por supuesto,
señor agente. Ya le digo que María la quiso sorprender y lo consiguió. Las veía
muy ilusionadas. Hacen muy buena pareja a juzgar por cómo se miraban.
—Entiendo.
Tomo nota de los mismos y procederemos a rastrearlos. ¿Y todo eso cuándo ocurrió
exactamente?
Aquel viernes
6 de enero fue la última vez que doña Sofía tuvo contacto con las desaparecidas,
tal y como le aseguró a Joaquín Cobo, inspector a cargo de la investigación. Junto
con la brigada asignada, decidió desandar el camino recorrido por la pareja y ello
incluía entrevistarse con el dueño de la casa rural a fin de arrojar más luz sobre
el asunto.
El domingo
8 de enero no pareció dar tregua. Los avances meteorológicos no eran muy halagüeños;
continuaban las perturbaciones cual si fueran teloneras contratadas específicamente
para que precedieran a la estrella del espectáculo: la tormenta. La función prometía,
pues hizo acto de presencia entre tamborrada plomiza y destellos de fuegos artificiales
esporádicos y por distintas localizaciones en el cielo. Tal era la actitud inclemente
del tiempo que toda suerte de animales autóctonos corrían raudos en busca de refugio
que les diera cobijo. Y quien dice animales, dice también personas, en especial:
—¡Corre,
Ángeles! ¡No te sueltes de mi mano! Que ya casi estamos.
—¡No lo
haré, María! ¡Menos mal que al final no nos subimos a esa barca por recomendación
del monitor! ¡Ahora la tormenta arrecia y si no llegamos lo antes posible a la guarida
que tú dices, terminaremos hechas una sopa!
Y en efecto,
llovía a mares y encima soplaba una ventisca enfurecida enviada desde el noroeste.
Sorteando hierbas y matojos, oyeron de nuevo otro rugido del tiempo, el cual se
dilataba, haciéndose todavía más denso y desquiciante, hasta tal punto que ninguna
de las integrantes de la incipiente pareja estaba siendo consciente de si tocaban
el suelo o directamente levitaban o, incluso, si volaban como ángeles. ¿Cómo ángeles?
¿Es que acaso lo eran y experimentaban una ilusión de vida como extensión de la
terrenal? Ni mucho menos. Tan solo se sentían sobrecogidas por la situación, pero…
¡ahí estaba!
El gran
sentido de orientación de María, quien era buena conocedora del bosque que las intentaba
envolver, las guio hacia la entrada de lo
que parecía constituir una gruta excavada en la mismísima falda de una pequeña peña,
por la mano inigualable y prodigiosa de la madre naturaleza. Cansadas por el sobresfuerzo
realizado, se aventuraron a pernoctar en su interior a priori abrupto pero acogedor
dadas las circunstancias:
—¡Ufff,
menos mal que conseguimos evitar que ese pobre arce se nos viniera encima!
—Sí, Ángeles.
Por los pelos. ¿Es cosa mía o nos hemos salvado por tu nombre?
Ambas se
echaron a reír, lo que propiciaba que se instaurara la relajación en sus cuerpos
estresados.
María retomó
la conversación:
—Es cierto.
El pobre arce no pudo resistir el sablazo propinado por aquel rayo traidor; como
si se la tuviese jurada. En fin. Pero no hay mal que por bien no venga: recogí los
suficientes trozos de su madera y ahora tenemos material para hacer una hoguera
con que entrar en calor.
—¿Viniste
con un manual de supervivencia en lugar de pan bajo el brazo? Y si tan lista eres
¿me podrías decir cómo harás fuego si ninguna de las dos lleva encima un mechero?
Imposible por mi parte, yo no fumo. Tú no lo sé…
—Cariño,
eso no va tampoco conmigo. Aprecio demasiado mi vida y la de la naturaleza que me
vio nacer, así que tranquila que por mi parte no cae esa breva.
—Y me alegro
de que no fumes pero sigues sin responder a mi pregunta…
—¡Ay, mujer
de poca fe! Cosa que me extraña viniendo de donde vienes, del sur. Suerte que no
me dejé la mochila en aquella barca; lástima que tú sí y esa libreta de mariposas
que pensaba regalarte…
—¡Oh, qué
detalle por tu parte! ¡Muchas gracias, Mari! Porque puedo llamarte así, ¿verdad?
—Llámame
así si gustas y ser, seré lo que tú quieras que sea…
Sus ojos
emitieron un brillo como nunca antes, más intenso si cabe que los del propio rayo
que atravesó aquel árbol; se miraron de un modo especial. Un rubor revoltoso anegó
el rostro de la Pausini.
—¿Entonces?
—¿Entonces
qué? –contestó María, juguetona.
—¿El fuego?
Hábil,
la susodicha extrajo de su mochila los restos del malherido arce y los apiló casi
en el centro de la oquedad, donde consideró que no había tanta concentración de
humedad, montón que rodeó con unas cuantas piedras. Valiéndose de yesca y pedernal,
logró arrancar unas cuantas chispas, las suficientes como para crear una pequeña
hoguera.
¿Las suficientes?
—Contigo
al lado me siento más protegida. Yo la verdad que no sabría desempeñarme tan diestramente
como tú en entornos como este. Vivir en la capital de provincia es lo que tiene.
¿Tanto se me nota que soy esencialmente urbanita?
María se
tronchó de la risa.
—Se te
note o no… a mí me fascinas igual. Lo hiciste desde el momento en que vi tu foto
de perfil. Me dije: a este bellezón no lo puedo dejar escapar y, aquí estamos. Ahora
bien, no pienses mal, que esta tormenta para nada estaba entre mis planes como tampoco
tengo mucha pinta de ser ‘Tormenta’ de los X-Men. Y… ¡oye, debes de estar empapada!
¿Te presto algo de ropa que llevo en mi mochila, ponemos la tuya a secar y te arrimas
al fuego? No quisiera que pillaras un constipado…
—Sabes
qué. Tengo una idea mejor y creo que esta hoguera, que ya arde de por sí, hasta
se nos quedará pequeña…
Al día
siguiente, el inspector Cobo ya estaba cotejando las triangulaciones efectuadas
por su equipo especializado. Uno de los móviles señalaba una ubicación clara. Doña
Sofía, pendiente en todo momento de cualquier avance en la investigación, pidió
ir con ellos en el Jeep.
—Está
bien, doña Sofía. Pero con la condición de que nos deje hacer nuestro trabajo.
—Por supuesto,
inspector. Me mantendré al margen. Solo quiero comprobar que están bien.
Al cabo
de veinte minutos de trayecto, el arce quebrado.
—¡Oh, Dios! Que no les haya pasado nada…
—Señora…
Joaquín
Cobo trataba de manejar la situación.
Al rato,
la entrada a la cueva.
El haz
de luz de su linterna enfocó una hoguera en sus últimas brasas y, extasiados, tal vez embriagados por el elixir del
amor, dos cuerpos dormidos, pero también desnudos y arropados por una fina manta…
Eran las
ocho y media de la tarde, fría pero ya seca.
Mariposas en mi vientre
Microrrelato:
26 julio 2020
22 junio 2020
Mascotas
31 julio 2019
La Cala
12 julio 2019
¿Jugábamos?
"En esta habitación, jugábamos a ser felices. Y digo jugábamos porque ¿realmente lo fuimos?"
-
Las piedras, por mucho brillo que se les saque, no dejarán de ser eso, piedras...
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Lo que más me falta, me sobra (verso original del poema EJE DE LOS ENIGMAS, de José Domínguez Hoyos). ¿Dónde estás, por qué huyes de mí ...