23 abril 2022

Corazón cautivado




Lo que siento por ti desde que de nuevo nací al tenerte por vez primera frente a mí y luego a mi lado, me obliga a ser tupida e inerme niebla para enrocarme en tu boca de almidonados labios, sin hacerte daño, pues prisión ya es de este corazón por ti cautivado.

16 abril 2022

Letras de sangre





Si me lo pides, hasta con letras de sangre sellaría el contrato que nos lleve al cielo. «¿Y qué es para ti el cielo, amor mío?» Tranquila que con ternura te lo digo: cuando estoy contigo se me borran las penas porque tu aroma se convierte en mi sino.

09 abril 2022

La marea del tiempo




Veo, veo... ¿A eso juegan mis ojos? El resplandor azul ven en los tuyos. Cuando son arrastrados por la marea del tiempo, creen que lo que fue, es y será es nuestro idilio surcando los sueños. ¿Sueños son, dijo el maestro? Da por supuesto que son algo mío y tuyo.

28 marzo 2022

Injusticias



¿Me hablas de injusticias, hermano? Son tantas en el mundo que no sé muy bien en qué orden de prelación se encuentra mi caso... 



22 marzo 2022

Dime, Luna...






Conocedora de pulsiones ocultas, Luna, compañera de fatigas aparejadas a las noches en vela, ¿dime si tan atroz y peregrino es mi destino, forjado a base de arder de amor en tu fuego prístino y, aun, clandestino? Confieso estar obnubilado por tu mágico brillo...

Otoño






Con nudillos ocres atiza el otoño mi puerta. Comienza la cosecha. En un millar de racimos, tus recuerdos alfombran mi alberca, que con dulzura me riegan y abrazan mi alma cuando la tuya se acerca.

18 marzo 2022

Ciento ochenta grados






Por un momento pensé que había acabado con su vida.
.................
Esa noche, estaba hecha un basilisco. No podía creer que mi novio de toda la vida ¡estuviera con otra al mismo tiempo que salía conmigo! ¡¿Por cinco años?! ¿En serio? Ahora entiendo que saltara el contestador cada vez que llamaba al fijo; al móvil, otro tanto... ¡Estaba con esa zo...! Y no quiero seguir porque...

Indiferente al bochorno que despertaba en los ojipláticos viandantes, abrí bruscamente la puerta de mi coche y me puse a conducir como si estuviera en la fórmula uno. Al rato, oí una sirena proveniente ¿del maletero? Qué va, no iba colocada ni mucho menos, bueno sí, pero de rabia y odio profundos hacia el que desde ese momento ya era mi ex.

Una patrulla de policía:

—¡Documentación! –me espetó el agente.

Muy mono, por cierto pero no tenía la noche para juergas. Accedí a regañadientes.

—Señorita, tendrá usted que acompañarme.
—¿De qué se me acusa? Que sepa que aún no he matado a nadie...

«Bueno, al cab... de mi ex podría, pero ¿merecería la pena?»

—No se lo quiero repetir de nuevo. Haga el favor de acompañarme a comisaría. Lleva su permiso caducado desde hace dos meses. Podemos solucionar esto de forma pacífica.

—Ok, ok, sin problema...

No acabó de filiarme.
Ni corta ni perezosa, me monté a la desesperada en mi auto; al acelerador no le di tregua. Me salté dos semáforos, casi me llevaba unos cuantos empellones. La poli a la zaga. A la tercera fue la vencida: un utilitario me destrozó uno de los faros delanteros. De rebote, derrapé y, de pronto, un golpe seco.

—Madre mía, ¿está usted bien?

Mi vida daba un vuelco de ciento ochenta grados por un flechazo...