11 diciembre 2021

Va de tostadas la cosa...

 



—¡Telma! ¿Dónde andas? ¡Libros! ¡¡Libros!! ¡¡¡SIEMPRE LIBROS!!! ¡¡Déjalo ya y ven a la cocina!!

—Descuida, mamá; ya vendrá. Seguro que está en la ducha. Siempre ha sido una lentorra.

—Mira, Luisa... Que sea tu hermana no es excusa para que la justifiques todo el tiempo. Así que tengamos la fiesta en paz. ¡Tú, como tu padre, siempre mimándola!

—Buenos días, cariño; familia. ¿Hablábais de mí?

—Otro creyéndose el ombligo del mundo...

—¿Ombligo? Primero que todo, suaviza esos ánimos. ¿Se puede saber qué tripa se te ha roto? Siempre igual. ¿Te apetece que esta noche te lleve a cenar y recordamos «viejos tiempos»?

—¡Qué buena idea, hijo! Creo que os merecéis un poco de intimidad. Ya bastante hacéis por nosotros, mantener la casa, el trabajo.

—¿Quién te dio vela en este entierro, doña Perfecta?

—¡Lo ves! Papá, Telma y la abuela tienen razón. Contigo no se puede hablar. Lo tuyo es «ordeno y mando». Papá, ¿me pasas el zumo de arándanos?

—Por supuesto.

—¡Santo cielo, esta niña es incorregible! ¿Podremos desayunar juntos y en paz en esta santa casa? ¿Se puede saber dónde se metió tu hermana?

El bebé empezó a llorar.

—¡Déjala, Carmen! Se estará poniendo guapa para ver al novio, que estará al caer. De «alguien» lo aprendería. Entre eso y el manuscrito que la trae de cabeza, ya me dirás.

—¡No me cambies de tema, Andrés. Además, lo mío era diferente.

«Sí, sí...», musitó Luisa.

—Bueno, aparte, ¿no tenía que entregarlo hoy como fecha límite? –apuntó doña Perfecta.

—Es verdad, pero anda, Luisa. Haz el favor...

Dejó al bebé en brazos de su abuela.
Avanzó hacia el cuarto de su hermana.
La puerta, entreabierta.

—Te estamos esperando para desayunar.

Sin respuesta.

«Vaya, estará profundamente dormida.»

Ya dentro, la zarandeó con suavidad. Nada.
Un segundo intento más vigoroso. Tampoco.
Posó dos dedos sobre el cuello...

—¡Dios mío! ¡Venid! ¡Telma está...!
—¡Tostada, que se te quema la tostada! ¡Vamos, bajad de una vez!

¿La meta a cien metros?


Tenía que hacerlo. Esta vez no se conformaría con acariciarlo. El preciado metal debía acabar adornando su cuello. Eran los Juegos Olímpicos y quería que el pueblo japonés recordara su nombre por siempre. Amadou Okay era un atleta senegalés que venía con una meta clara: bajar de los nueve cincuenta y ocho de Bolt, afirmación que repetía constantemente, pero... «Si te quedas sin insulina, ya sabes cómo proceder», insistía su preparador físico.

Vista puesta en su calle: la tres. Corazón en un puño, justo el que tenía apoyado en la línea de salida. Boqueaba mientras se decía incesante que la medalla era suya. Sentía las sienes presionadas por un público tanto o más ávido de triunfo, amenazándole supuestamente con volverle la espalda para los restos, renegando de su existencia. ¿O era su mente la de la jugarreta? Comenzó a transpirar de forma abundante; le pareció estar viendo una constelación de estrellas danzantes. Bajó la cabeza.
Al ver la situación, varios responsables del evento se le acercaron preocupados por su estado.
Se retiraron en breve.

Okay les dijo que todo iba bien, que era su método de concentración. Al rato, el mismo aluvión de recomendaciones de su especialista agolpaban su cabeza nuevamente. «¡Ya, ya, ya lo sé!», voceaba para sí, ignorante de las miradas inquisidoras de las calles aledañas. ¿Lo tomarían por loco?

Al fin, la cuenta atrás. Todos en sus puestos. Adrenalina. Tensión. ¡El disparo! Calles centrales disputándose la victoria en menos de diez segundos con la aventajada siete. Contra pronóstico, la número cinco se alzó con el segundo puesto.

El marcador luciendo un nueve cincuenta y siete intermitente. ¡Un nuevo récord!

Okay... ¿Dónde estaba Okay? Dos cucharaditas de vinagre de manzana disueltas en ocho onzas de agua saciaban su garganta:

—¡A esperar otros cuatro años...!



25 octubre 2021

Sentirte quiero






#Reto4palabras 

Respirando me dejó tu amor infiel a través de una maldita cicatriz, la misma que, cual llama del averno, carboniza el crepúsculo de mi apocado sentir. Y aun así, en ese poema que compusiste y con el que me obsequiaste al morir, sentirte quiero y quiero vivir.

15 octubre 2021

Uno, dos, tres... ¡Libertad otra vez!







«—¿Cómo te llamas?—Amal.
—Soy sargento de la armada española. Ven conmigo, que yo te protegeré mientras arreglamos lo de tus padres; pronto estaréis juntos».

…………


Uno: No sé leer, contar... casi, pero lo que sí sé es que me moría de ganas por que mis papás montaran en el avión conmigo. Justo hoy, 20 de agosto de 2021, me ha dicho el sargento que llevo una semana en España y que, junto con otros niños y niñas de mi edad, somos afortunados por haber conseguido huír de los talibanes que están arrasando nuestro país.

Dos: Como el resto, echo de menos sentir de nuevo bajo mis pies el calor de madre de nuestra tierra, pero sueño con que el sargento y sus hombres lleguen algún día a limpiarla de la sangre que la ahoga para plantar allí mi huerto, como siempre les he dicho a mis padres. Pero no están para ayudarme, son ellos los que necesitan ayuda. Rezo cada día como me enseñaron para que vuelvan pronto sanos y salvos, pero parece que es poco. No sabré leer, pero me aprendí de memoria algunas frases del Corán que cantaban mis padres. ¿Te cuento un secreto? Creo que en realidad esas frases son hechizos que harán que se salven de esos monstruos que no quieren vernos felices. ¿Tuvieron ocho años alguna vez?

Tres: Es 30 de agosto. Mis padres no llegan. El sargento me ha traído una muñeca de trapo. Me ha dicho que le ponga nombre, pero no sé cuál ponerle:
—Se te ve lista. ¿Qué es lo que más te gustaría tener en estos momentos, aparte de tus padres? Podrías usarlo como nombre.
—¡Gracias, sargento! Pues... vivir como antes, sin guerras ni monstruos. Vivir en «libertad otra vez».... Entonces... ¡Libertad la llamaré!

El bandolero de medianoche







Cuenta la leyenda que un tal Marcial del Río, apodado 'el embrujado', era un bandolero que embarcó como polizón en un mercante entre tanta morralla que ahogaba las bodegas. Condenado al garrote por supuesto asesinato, logró burlar a la guardia real disfrazándose de anciana desvalida.
Aprovechando el tumulto del muelle, intentó huir metrópoli y campo a través. Unos agentes del orden lo capturaron pero consiguió embaucarlos con un poco de vino que consiguió hurtar. Sin embargo, unas extrañas voces lo abordaron. Medio poseído, estaba plantado a los pies de una gran montaña. Casi se mareó al alzar la vista impresionado por su inmensidad. Le invitaban a llegar a la cima bajo la promesa de que era el elegido para recibir un mensaje. «¿Quién sois, cómo me pedís semejante atropello?» No obtuvo respuesta. Sin dar crédito, notó cómo su cuerpo era impulsado a escalarla. Con habilidad pasmosa pudo encumbrarla. Para su sorpresa, se trataba de un volcán pero un tanto peculiar: al asomarse al cráter, halló el prístino rostro de la mujer a la que supuestamente dio muerte.

Queriendo acariciarla, lo detuvo el coro de voces:

—¡Detén tu empresa, Marcial del Río! ¡Somos las Diosas de Entre Mundos! Estás aquí porque sabemos que intentaste evitar que mataran a una campesina, mas te culparon. Ahora bien, pesa sobre ti una elección: tocar la lava ambrosiana y ser condenado a vagar solo y por toda la eternidad en la linde entre lo terrenal y lo celestial, sin posibilidad de cruzar a ninguno; o bien, descender nuestro volcán milenario y convertirte en el héroe que necesitan los oprimidos, no sin antes luchar ayudado por el poder que te otorgamos aquí para lograr la gloria y salvar tu mundo del desastre a que está abocado...

«Madre me dijo que cuando nací vio algo especial en mí. Hoy, sé por qué.»


25 septiembre 2021

Luz nocturna


#LiberaTuVerso 

Eres luna en un mar de Estrellas, Soy verso desnudo a la espera de Ella. Tu innata intuición me llena De rima interna, que sucumbe Entera. Astro de luz nocturna, de arte menor o mayor, aspiro a Llenarme de estrofas esquivas. ¡Dame un cuerpo al que llame poesía!

19 septiembre 2021

S. O. S. al aire


¡Arrebata, por favor, de entre los escombros, la coraza a este raquítico corazón, pues ni la intuición consiguió reanimarlo desde el coma del desamor! Fue ese mi S.O.S. al aire; aquel fue mi mensaje ahogado, una botella náufraga en la profundidad del sinuoso mar.