Me asomo cada noche a la ventana,
ahí te hallo.
Aunque huidiza,
soslayas con esa tu diamantina
y, aún así, melancólica sonrisa.
Ahí te hallo.
Siete días bastan para, al
carnaval,
darle otra vida
y no contenta,
cual escapista,
una evasiva celeste emprendes,
más fugitiva.
Me asomo cada noche a la ventana.
¿A quién rehúyes? ¿Callas tu
tormento?
¿A quién muestras ese tu otro
rostro,
que al común de los mortales no
enseñas,
sino a trozos?
Y… ahí te hallo.
Sutil, enigmático, conmovido
y, al tiempo, hermoso
ese tu cariz:
el misterioso
y… milagroso.
Pues la vida que das pierde
sentido
con tus vueltas, que se envuelven
en idas.
Ese es tu legado: el mutable gozo
de ese tu otro rostro, aquel que
hallo malva.
Y me sigo asomando cada noche…
a la ventana.
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