29 junio 2022
¿Para qué había nacido?
12 junio 2022
La Red del Amor
22 mayo 2022
Dulce abrazo
08 mayo 2022
Desojando el girasol
16 abril 2022
Letras de sangre
09 abril 2022
La marea del tiempo
18 marzo 2022
Ciento ochenta grados
.................
Esa noche, estaba hecha un basilisco. No podía creer que mi novio de toda la vida ¡estuviera con otra al mismo tiempo que salía conmigo! ¡¿Por cinco años?! ¿En serio? Ahora entiendo que saltara el contestador cada vez que llamaba al fijo; al móvil, otro tanto... ¡Estaba con esa zo...! Y no quiero seguir porque...
Indiferente al bochorno que despertaba en los ojipláticos viandantes, abrí bruscamente la puerta de mi coche y me puse a conducir como si estuviera en la fórmula uno. Al rato, oí una sirena proveniente ¿del maletero? Qué va, no iba colocada ni mucho menos, bueno sí, pero de rabia y odio profundos hacia el que desde ese momento ya era mi ex.
Una patrulla de policía:
—¡Documentación! –me espetó el agente.
Muy mono, por cierto pero no tenía la noche para juergas. Accedí a regañadientes.
—Señorita, tendrá usted que acompañarme.
—¿De qué se me acusa? Que sepa que aún no he matado a nadie...
«Bueno, al cab... de mi ex podría, pero ¿merecería la pena?»
—No se lo quiero repetir de nuevo. Haga el favor de acompañarme a comisaría. Lleva su permiso caducado desde hace dos meses. Podemos solucionar esto de forma pacífica.
—Ok, ok, sin problema...
No acabó de filiarme.
Ni corta ni perezosa, me monté a la desesperada en mi auto; al acelerador no le di tregua. Me salté dos semáforos, casi me llevaba unos cuantos empellones. La poli a la zaga. A la tercera fue la vencida: un utilitario me destrozó uno de los faros delanteros. De rebote, derrapé y, de pronto, un golpe seco.
—Madre mía, ¿está usted bien?
Mi vida daba un vuelco de ciento ochenta grados por un flechazo...
25 febrero 2022
Azarosa mariposa
11 diciembre 2021
Un adiós disfrazado de volveré
Cuando te vi por primera vez en aquel parque, supe de inmediato que mi corazón, si latía, era por tu mirada gris diamante. Como también supe que justo allí me verías partir.
Recuerdo aún tu gesto divertido al tiempo que dividido pues, por un lado, entendías que era mi deber incorporarme a filas para luchar por la paz, más bien por ti pero, por otro, me dijiste que a partir de mi marcha vivirías al cincuenta por ciento y bajo la convicción de que siempre mantendrías vivo el recuerdo de lo nuestro y harías todo lo posible por seguir ayudando al prójimo cuando lo necesitara, como viste que hacía yo cuando nos conocimos y ahí nuestro amor fraguó.
Solté una carcajada teñida de congoja, dado que era consciente de lo que me dejaba atrás por una guerra a la que apenas encontraba sentido.
Sin embargo, en mi mente latía la frase inequívoca residente en la boca de cualquier soldado: «Todo por la Patria». ¿Pero la Patria lo daba todo por mí?
Fue entonces cuando se te ocurrió una idea. Me tomaste de la mano, reímos, saltamos, corrimos como dos críos hasta decir basta. En ese momento de hastío te susurré al oído que quería tenerte ahí adentro aunque fuera por escasos minutos; una, dos veces, las que hicieran falta.
Antes, pusiste en bucle esa canción en el Spotify para que mientras lo hiciéramos sonara, entre otros, un inolvidable verso: «[…] Nada por lo cual matar o morir». Pero también recuerdo que te dije: No te equivoques, Oscar; morir moriría y muero por tí.
Me despedí lenta y tiernamente con un adiós disfrazado de volveré y lo mejor de todo es que tú lo sabías, porque me iba al frente cargada con la munición de tu amor.
Ya van cuarenta meses desde aquel 5 de mayo de 2008.
25 octubre 2021
Sentirte quiero
#Reto4palabras
19 septiembre 2021
S. O. S. al aire
¡Arrebata, por favor, de entre los escombros, la coraza a este raquítico corazón, pues ni la intuición consiguió reanimarlo desde el coma del desamor! Fue ese mi S.O.S. al aire; aquel fue mi mensaje ahogado, una botella náufraga en la profundidad del sinuoso mar.
06 septiembre 2021
Malas Influencias - La Reseña
Malas Influencias - La Reseña
Sinopsis
Durante el verano de 2018, Miranda García, una escritora aficionada que se recupera de su reciente divorcio, ve cómo su vida da un giro de 180 grados al verse envuelta en la investigación del asesinato del empresario Daniel Urtice, esposo de la enigmática autora de novela negra Norma Seller. Enfrentándose a la oposición del Inspector Torres que no está de acuerdo con que una escritora ejerza de detective amateur, Miranda no descansará hasta sacar a la luz una oscura trama de secretos, infidelidades, negocios turbios y traiciones en la que todo parece girar en torno a uno de los manuscritos de Norma Seller, y donde nada será lo que parece. La verdad solo llegará tras un frenético recorrido por el norte de España en el cual Miranda deberá poner en riesgo no solo todo aquello que ama y en lo que cree, sino algo aún más importante.
Introducción
Los agentes implicados
La Estructura
El Autor
Mi Fallo
30 junio 2021
#EstrellasDeTinta - Reto junio 2021
Este relato y microrrelato se engloban en el reto de escritura creativa #EstrellasDeTinta creado por Katty COOL. Las normas son estas para poder participar y así entender la dinámica.
AVISO: Hay contenido sensible (TW) solo en el relato
Indicios
Relato:
—Teníamos
todas las esperanzas de encontrarlas junto a la embarcación. Sin embargo, hemos
podido rescatar sus efectos personales: una mochila negra que presumiblemente pertenezca
a una de las desaparecidas y un cuaderno en blanco salvo por la primera página.
Usted fue la última persona que las vio con vida, lo que no implica que tengamos
que lamentar pérdidas humanas puesto que no se han hallado indicios de violencia
o restos de sangre… Dígame entonces ¿cómo diría que era la relación entre las susodichas?
—Mire señor
agente… no sé qué es lo que está insinuando pero ya le digo de primera mano que
son un encanto de criaturas. Es más, si así lo desea, le puedo dar el nombre del
restaurante en el que me invitaron a comer…
—Entiendo,
doña… ¿Sofía me dijo que se llamaba?
—Ese es
mi nombre. Le doy mi DNI y lo comprueba.
—Me fío
de su palabra, no es necesario. Pero retomando la investigación…
—Se estaban
conociendo. De hecho, una era natural de Málaga, Ángeles se llama pero el apellido
es italiano… ¿cómo era? ¡Ah, sí, Pausini, como la cantante! Le venía de su abuelo
que se afincó en tierra andaluza. Nos lo contó mientras comíamos en el Café
Tucán, que fuimos en un coche alquilado por ambas.
—Sí… a
unos diecisiete kilómetros de aquí. Lo conozco. Alguna que otra vez he llevado
a mi mujer a cenar allí. Hablaremos con el dueño del local para continuar con nuestras
pesquisas y contrastar versiones. Y cuénteme, me dijo que se hospedaban en aquella
casa rural que está al final del camino. ¿Conoce por algún casual por cuánto tiempo?
—Durante
la comida, María dijo que había contratado un tour de una semana para visitar Rumoroso
y así Ángeles podría tener la oportunidad de conocer la localidad mientras pasaban ese tiempo juntas. Y hablaron de que terminarían la experiencia con una ruta en barca
por el Pozo… Cuando salimos del Café, nos dimos los teléfonos. Y yo llamé y llamé
pero o estaba apagado uno o saltaba el contestador en el otro. No sabía qué
hacer.
—Ya. Por
tanto diría que su relación era más que cordial… ¿La tal María era de por aquí?
—Por supuesto,
señor agente. Ya le digo que María la quiso sorprender y lo consiguió. Las veía
muy ilusionadas. Hacen muy buena pareja a juzgar por cómo se miraban.
—Entiendo.
Tomo nota de los mismos y procederemos a rastrearlos. ¿Y todo eso cuándo ocurrió
exactamente?
Aquel viernes
6 de enero fue la última vez que doña Sofía tuvo contacto con las desaparecidas,
tal y como le aseguró a Joaquín Cobo, inspector a cargo de la investigación. Junto
con la brigada asignada, decidió desandar el camino recorrido por la pareja y ello
incluía entrevistarse con el dueño de la casa rural a fin de arrojar más luz sobre
el asunto.
El domingo
8 de enero no pareció dar tregua. Los avances meteorológicos no eran muy halagüeños;
continuaban las perturbaciones cual si fueran teloneras contratadas específicamente
para que precedieran a la estrella del espectáculo: la tormenta. La función prometía,
pues hizo acto de presencia entre tamborrada plomiza y destellos de fuegos artificiales
esporádicos y por distintas localizaciones en el cielo. Tal era la actitud inclemente
del tiempo que toda suerte de animales autóctonos corrían raudos en busca de refugio
que les diera cobijo. Y quien dice animales, dice también personas, en especial:
—¡Corre,
Ángeles! ¡No te sueltes de mi mano! Que ya casi estamos.
—¡No lo
haré, María! ¡Menos mal que al final no nos subimos a esa barca por recomendación
del monitor! ¡Ahora la tormenta arrecia y si no llegamos lo antes posible a la guarida
que tú dices, terminaremos hechas una sopa!
Y en efecto,
llovía a mares y encima soplaba una ventisca enfurecida enviada desde el noroeste.
Sorteando hierbas y matojos, oyeron de nuevo otro rugido del tiempo, el cual se
dilataba, haciéndose todavía más denso y desquiciante, hasta tal punto que ninguna
de las integrantes de la incipiente pareja estaba siendo consciente de si tocaban
el suelo o directamente levitaban o, incluso, si volaban como ángeles. ¿Cómo ángeles?
¿Es que acaso lo eran y experimentaban una ilusión de vida como extensión de la
terrenal? Ni mucho menos. Tan solo se sentían sobrecogidas por la situación, pero…
¡ahí estaba!
El gran
sentido de orientación de María, quien era buena conocedora del bosque que las intentaba
envolver, las guio hacia la entrada de lo
que parecía constituir una gruta excavada en la mismísima falda de una pequeña peña,
por la mano inigualable y prodigiosa de la madre naturaleza. Cansadas por el sobresfuerzo
realizado, se aventuraron a pernoctar en su interior a priori abrupto pero acogedor
dadas las circunstancias:
—¡Ufff,
menos mal que conseguimos evitar que ese pobre arce se nos viniera encima!
—Sí, Ángeles.
Por los pelos. ¿Es cosa mía o nos hemos salvado por tu nombre?
Ambas se
echaron a reír, lo que propiciaba que se instaurara la relajación en sus cuerpos
estresados.
María retomó
la conversación:
—Es cierto.
El pobre arce no pudo resistir el sablazo propinado por aquel rayo traidor; como
si se la tuviese jurada. En fin. Pero no hay mal que por bien no venga: recogí los
suficientes trozos de su madera y ahora tenemos material para hacer una hoguera
con que entrar en calor.
—¿Viniste
con un manual de supervivencia en lugar de pan bajo el brazo? Y si tan lista eres
¿me podrías decir cómo harás fuego si ninguna de las dos lleva encima un mechero?
Imposible por mi parte, yo no fumo. Tú no lo sé…
—Cariño,
eso no va tampoco conmigo. Aprecio demasiado mi vida y la de la naturaleza que me
vio nacer, así que tranquila que por mi parte no cae esa breva.
—Y me alegro
de que no fumes pero sigues sin responder a mi pregunta…
—¡Ay, mujer
de poca fe! Cosa que me extraña viniendo de donde vienes, del sur. Suerte que no
me dejé la mochila en aquella barca; lástima que tú sí y esa libreta de mariposas
que pensaba regalarte…
—¡Oh, qué
detalle por tu parte! ¡Muchas gracias, Mari! Porque puedo llamarte así, ¿verdad?
—Llámame
así si gustas y ser, seré lo que tú quieras que sea…
Sus ojos
emitieron un brillo como nunca antes, más intenso si cabe que los del propio rayo
que atravesó aquel árbol; se miraron de un modo especial. Un rubor revoltoso anegó
el rostro de la Pausini.
—¿Entonces?
—¿Entonces
qué? –contestó María, juguetona.
—¿El fuego?
Hábil,
la susodicha extrajo de su mochila los restos del malherido arce y los apiló casi
en el centro de la oquedad, donde consideró que no había tanta concentración de
humedad, montón que rodeó con unas cuantas piedras. Valiéndose de yesca y pedernal,
logró arrancar unas cuantas chispas, las suficientes como para crear una pequeña
hoguera.
¿Las suficientes?
—Contigo
al lado me siento más protegida. Yo la verdad que no sabría desempeñarme tan diestramente
como tú en entornos como este. Vivir en la capital de provincia es lo que tiene.
¿Tanto se me nota que soy esencialmente urbanita?
María se
tronchó de la risa.
—Se te
note o no… a mí me fascinas igual. Lo hiciste desde el momento en que vi tu foto
de perfil. Me dije: a este bellezón no lo puedo dejar escapar y, aquí estamos. Ahora
bien, no pienses mal, que esta tormenta para nada estaba entre mis planes como tampoco
tengo mucha pinta de ser ‘Tormenta’ de los X-Men. Y… ¡oye, debes de estar empapada!
¿Te presto algo de ropa que llevo en mi mochila, ponemos la tuya a secar y te arrimas
al fuego? No quisiera que pillaras un constipado…
—Sabes
qué. Tengo una idea mejor y creo que esta hoguera, que ya arde de por sí, hasta
se nos quedará pequeña…
Al día
siguiente, el inspector Cobo ya estaba cotejando las triangulaciones efectuadas
por su equipo especializado. Uno de los móviles señalaba una ubicación clara. Doña
Sofía, pendiente en todo momento de cualquier avance en la investigación, pidió
ir con ellos en el Jeep.
—Está
bien, doña Sofía. Pero con la condición de que nos deje hacer nuestro trabajo.
—Por supuesto,
inspector. Me mantendré al margen. Solo quiero comprobar que están bien.
Al cabo
de veinte minutos de trayecto, el arce quebrado.
—¡Oh, Dios! Que no les haya pasado nada…
—Señora…
Joaquín
Cobo trataba de manejar la situación.
Al rato,
la entrada a la cueva.
El haz
de luz de su linterna enfocó una hoguera en sus últimas brasas y, extasiados, tal vez embriagados por el elixir del
amor, dos cuerpos dormidos, pero también desnudos y arropados por una fina manta…
Eran las
ocho y media de la tarde, fría pero ya seca.
Mariposas en mi vientre
Microrrelato:
05 marzo 2021
Los Amantres
23 octubre 2020
22 octubre 2020
¿Dónde estás?
Lo que más me falta, me sobra
(verso original del poema EJE DE LOS ENIGMAS,
de José Domínguez Hoyos).
¿Dónde estás, por qué huyes de mí
Si, estando en tu floración plena
Y siendo tu pasión única,
Recorrías mis calles a mil?
Lo que más me falta, me sobra.
¿Sobra acaso ese pellizco de ti,
Ese por el que animarse a vivir
En libertad, que es tu hermana?
Tu hermana también me falta,
Devorada ahora cual perdiz
Aun con título de emperatriz,
Por la espalda, ¡fue secuestrada!
Lo que más me falta, me sobra.
Me sobra ¿sabes que? La falta
De escrúpulos, compasión por ti,
La falta de alguien que diga sí.
Sí a que no te priven de ella,
Sí a que no te dejes morir
En la soledad absoluta
De ésa, tu cárcel de marfil.
De marfil es lo que me falta,
Falta y me sobra la esperanza,
Sin embargo, de tenerte aquí
Amor: como te fuiste, me fui.
Me fui, ¿preguntas a dónde fui?
A enterrar lo que más me sobra,
Lo que me falta es hallarte a ti
Antes que la helada me cubra.
18 octubre 2020
16 octubre 2020
07 octubre 2020
¿Parece Ciencia Ficción?
Harán que olvidemos las nuestras, pues ya están a la venta las vidas prefabricadas.
06 octubre 2020
-
¡Oh! Dulces pueblos blancos, donde al alba, la aurora canta, esperando mejores días en que una mano nevada de sus copos haga...
-
Si tuviera una etiqueta, yo sabría ya quién es entre bolillos de un encaje en mi mantilla bella e infiel. Si tuviera una...