Para que un olvido en la memoria
no hunda esta historia por traspié,
tanto da la clase o tipo,
si es pergamino o el cuché es.
Me encomiendo a escribirla
y, si acaso, otro aún poderla leer.
Como escritora no me veo,
ni tan si quiera una nobël.
Ni a la fama yo aspiro
ni al honor del estrés.
Es que en mi mente no admito
que este Mundo esté al revés:
mientras pocos hacen de sí un mito,
otros tantos ven un mito el comer.
mientras pocos hacen de sí un mito,
otros tantos ven un mito el comer.
Quiera Dios, pa’ el final rubricar,
que una larga vida me dé...
Cuestión crucial me persigue
y urge ésta resolver:
¿A qué el Campo Santo en la urbe
si el vasto Mar ya abre su boca
para serlo él también?
La aguda y cruda respuesta
es que “qué le vamos a
hacer...”